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¡Eterna vida, Comandante!

Enmudecen las palabras. Palpita el corazón con la fiereza de un jinete a degüello. La noche apaga la luz de las estrellas mientras nace esta crónica, dos años después de su partida.

Dolor, silencio, tristeza. Murió Fidel Alejandro Castro Ruz. Partió hacia la eternidad el guerrillero, el estadista, el artífice de tantas batallas; las que supo ganar al tiempo y la tempestad del imperio. Dejó de existir, porque así lo quiso el destino. Se marchó sin tiempo para despedirse. El amigo de todos no tuvo regreso. Pero tiene eterna vida entre los cubanos y el mundo.

El joven del Directorio Revolucionario, el que vistió de verde olivo y levantó su fusil en la Sierra Maestra. El que a golpe de fiereza organizó la ruta del Granma y asaltó el Moncada. El que peleó en las arenas de Playa Girón. El mismo que alzó su voz en las Naciones Unidas y nos enseñó el concepto de Revolución, tomó el camino del cielo.
¡Caramba, Comandante! Dos años trascurridos y aún los agradecidos le acompañamos.

Las ideas se agolpan y escribo esta crónica en su homenaje. Le confieso no estar preparado para hacerlo. Prefiero escribir de su fortaleza espiritual. De su visión de futuro. De su claridad política. Escribir de las reflexiones en el diario Granma, de los debates con otros mandatarios sobre el cambio climático y de los avances de la ciencia.

La vida me impone otra realidad y cuesta. Le confieso que cuesta organizar ideas para escalar su esbeltez de estadista en esta crónica. Prefiero tenerlo en la Mesa Redonda, en el Instituto de Meteorología tras el paso de un huracán, en un espectáculo de “La Colmenita” o recibiendo a una delegación deportiva.

Quijote de muchas generaciones, dijiste adiós y todavía me resisto a creer que es cierto. Marchaste al encuentro con Martí, Guiteras, José Antonio, Almeida… Partiste y dejas un vacío que nadie podrá llenar, aunque pasen los años. En su ausencia, los lacayos del norte quieren derrotar la Revolución. ¡No pueden, claro que no pueden! Este pueblo lo evoca a cada minuto. Usted, desde el monolito, sigue expandiendo luz libertaria para Cuba y la América.

Caballero de su tiempo. Hacedor de sueños entre tantos obstáculos. Caminante de botas enlodadas o traje de gala. De tabaco en los labios o sonrisa amigable. Cubano que desenvainó el machete y cortó caña en la zafra de los diez millones. Nunca conoció el miedo. No le importó el dolor, porque siempre estuvo junto a los desposeídos.

Usted, hombre sencillo, humilde y cordial, merece todos los honores en esta sentida crónica. Los grandes de las letras, la política y el deporte, le saludan y miran al infinito. Entonces, humedecen las pupilas en cada visita a Santa Ifigenia. Estela Bravo, Diego Armando Maradona, Frey Beto, Oscar López Rivera y tantos otros, le solicitan fuerzas para la lucha.

Muchas cosas pudiera decir en este momento gris y sombrío, donde las palabras se resisten a ser escritas y pronunciadas. Pudiera decir que no murió. Vuelve de cualquier parte, porque sigue presente. Llega de vuelta después de sonreír con los pequeños del círculo infantil. Viene henchido de placer luego de obrar con todos y para el bien de todos. Cuba entera se duele. Querido Fidel, usted se marchó y no pudimos evitarlo. Así es la vida. Muchas veces hermosa, otras con duros episodios. ¡Eterna vida, Comandante! No digo más. Solo, ¡Hasta siempre!

Manuel Jesús Concepción Rodríguez (CL3MSP)
Colaborador Sistema Informativo FRC
Radio Club San Antonio de los Baños
Filial Artemisa FRC
Diseño Gráfico: Oscar Hernández (CM7OHM)

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