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Con fundadores y veteranos de la FRC

El Sistema Informativo de la Federación de Radioaficionados de Cuba (FRC), desde el surgimiento de la Red de Datos y con ella el sitio web de FRCUBA, ha compartido con sus lectores, diferentes experiencias vividas por fundadores y veteranos de nuestra organización, a lo largo de su historia, ya con más de medio Siglo.

Al retomar esta proyección de trabajo, lo hacemos considerando que la radioafición ha crecido considerablemente en los últimos años y por ello algunos de los temas que trataremos, no tendrán un carácter inédito, pero volver sobre ellos nos permitirá recordar a algunos colegas con trayectorias y episodios vividos que bien vale la pena que sean conocidos por las actuales y futuras generaciones de radioaficionados.

El invitado de hoy es Anibal Álvarez Pérez (CO8JC), perteneciente al Radio Club Municipal de Gibara, en la provincia de Holguín. El nos narra una experiencia vivida en 1983, junto a un radioaficionado dominicano, en el auxilio prestado a una embarcación. Pero dejemos que sea Anibal quien nos cuente:

 “Una mañana de marzo de 1983 estaba en contacto con la Estación CO8BP de
Manzanillo, en la Banda de 40 metros, en la frecuencia de los 7 045 kHz, cuando escuché a alguien pidiendo auxilio.

Pensé que se trataba de un radioaficionado, pero cuando le pedí identificación, me dijo ser capitán de un barco mercante dominicano. Dicha embarcación pertenecía a una compañía de barcos de Puerto Plata.

El capitán del barco “Guille 1ro”, se nombraba Máximo Ramón. Me informó que el motor de la embarcación había sufrido una rotura y cuando uno de los 37 tripulantes fue a tirar anclas, la cuerda se rompió y quedaron a la deriva en la zona de los cayos Two Brothers, a poca distancia de la Isla Inagua.

Cuando recibí el mensaje de auxilio, inmediatamente me di a la tarea de localizar un radioaficionado de Puerto Plata. El colega, entonces HI3GAG Abner Gómez, respondió a mi llamado y ambos nos dedicamos enteramente a auxiliar a aquellos hombres, trabajadores del mar, cuyas vidas estaban en peligro.

Abner inmediatamente localizó al señor José Hernández, propietario de la compañía a la que pertenecía el “Guille 1ro.” y a las autoridades dominicanas. Yo hice lo mismo con las autoridades cubanas, que me instruían de lo que debía hacer, y era el enlace entre Máximo Ramón y Abner, que mantenía informado incluso a los desesperados familiares de los tripulantes de la embarcación, sobre el estado en que se encontraban los mismos.

Cuando llevábamos dos días en tan valiosa misión comenzó a escasear el agua y los alimentos. Las baterías con las que se alimentaba el equipo trasmisor del barco mantuvieron su carga. Los hombres del mercante comenzaron a impacientarse, algunos estaban nerviosos; pero Máximo mantuvo la serenidad que le inculcábamos Abner y yo.

José Hernández y la embarcación pidieron ayuda al gobierno cubano, la que tramité inmediatamente. Las autoridades portuarias cubanas enviaron al remolcador Voltecnik, de origen soviético, que se encontraba en el puerto de Antilla.

Después de realizar un bojeo por el lugar cerca del punto donde se encontraban los zozobrados tripulantes, no los encontraron. Al filo del cuarto día, a través de Abner, José Hernández solicitó ayuda al gobierno dominicano y estos enviaron el remolcador Misberena.

Los alimentos en la embarcación se habían agotado, el agua también. Algunos hombres querían lanzarse al agua y nadar en busca de una orilla salvadora; pero esas aguas son muy peligrosas y seguro les costaría la vida.

Nosotros en nuestras constantes comunicaciones, les inculcábamos serenidad y confianza; pero la situación para estos hombres era extremadamente desesperante. El trabajo, sin descanso durante varios días, fue agotador. Noches sin dormir. Días enteros, con nuestros equipos, hacían posible la comunicación con estos hombres, ya dominados por la desesperación y el miedo.

Al cabo del quinto día, el remolcador Misberena encontró al “Guille 1ro”. El encuentro entre los tripulantes salvadores y salvados fue inolvidable. Alegría, abrazos, agradecimientos y lágrimas amenizaron el hecho. Abner, Máximo Ramón, José Hernández y yo nos sentimos alegres, felices de aquel encuentro.

La vida había vencido una vez más a la muerte. Abner actuó con mucha entrega, dedicación y amor en esta hermosa misión. Estos hombres, sus familiares, las autoridades, tanto cubanas como dominicanas, pudieron conocer lo valioso del sentido del deber y la solidaridad humana de los radioaficionados.

Hoy, un poco más viejos, Abner y yo recordamos aquella hazaña, en la que nuestro modesto esfuerzo jugó un papel decisivo en el rescate y salvamento de aquellos 37 dominicanos, y nos parece que aún estamos en deuda con la humanidad, en un mundo en el que los desastres y las tribulaciones son como fantasmas adheridos a la especie humana en extinción.”

Le agradezco a CO8JC este valioso testimonio”, compartido anteriormente con Omar Pérez Salomón quien lo publicó en su libro “Memoria de la Radioafición Cubana”.

Joel Carrazana Valdés (CO6JC)
Sistema Informativo de la FRC


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